lunes, 29 de junio de 2015
La cenicienta
Cenicienta era una hermosa y bondadosa joven, a quien su cruel madrastra
y sus dos hermanastras obligaban a ocuparse de las labores más duras
del palacio, como si fuera la última de las criadas. Sucedió que el hijo
del Rey celebró un gran baile. Cenicienta ayudó a sus egoístas
hermanastras a vestirse y peinarse para la fiesta. Cuando se hubieron
marchado, la pobre niña se echó a llorar amargamente porque también le
hubiera gustado ir al baile. Pero hete aquí que su hada madrina le hizo
una carroza con una calabaza, convirtió seis ratoncitos en otros tantos
caballos, una rata en un grueso cochero, y seis lagartos en elegantes
lacayos. Después tocó a Cenicienta con su varita mágica y sus harapos se
convirtieron en un vestido resplandeciente, y sus alpargatas en
preciosos zapatitos de cristal. Pero el hada advirtió a Cenicienta que a
medianoche, todo volvería a ser como antes. Cuando llegó a la fiesta,
su radiante belleza causó asombro y admiración. El Príncipe no se apartó
de ella ni un solo instante. Poco antes de la doce, Cenicienta se
retiró. Al día siguiente, seguían los festejos principescos y todo se
repitió de igual manera que la víspera. Pero la pobre Cenicienta, tan
feliz con su Príncipe, se olvidó de que a las doce terminaba el hechizo.
Cuando oyó la primera campanada de la medianoche, echó a correr y
perdió uno de sus zapatos de cristal.
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